Espectáculos, grandes partidos, desfiles, te gusta, cuando hay mucha gente, ruido, destellos de luces de todos los colores.

¿También te gustan esos momentos en los que estás con alguien a quien quieres particularmente, tu padre, tu madre, tu hermana?

Uno se siente bien, parece que el tiempo se detiene. Nos vamos a decir muchas cosas o quizás sólo unas palabras, pero estamos relajados, tranquilos. En ese momento, sabemos que realmente somos muy importantes el uno para el otro como el otro es importante para nosotros, es un momento particular.

Es lo que hizo Jesús un día con un hombre que no veía nada.

Vamos a contarte ahora esta historia que encontrarás en el Evangelio de Marcos en el capítulo 8. Escucha con atención, algo asombroso va a suceder.

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Texto completo de esta historia:​

 

ESTE HOMBRE ES CIEGO, ¿QUÉ VA A HACER JESÚS?

 

Imagina la vida de este hombre que siempre ha estado en la oscuridad, un poco como en una noche sin fin, o una casa sin ventana, o una ciudad sin luz.

¿Cómo describirle a una abeja que liba?

¿Cómo decirle que la montaña está cubierta de nieve o que el atardecer se refleja en las aguas tranquilas del lago?

Rojo, verde, azul, ¿qué significa eso para él? ¿Cómo puede evitar esa piedra o ese agujero en el camino?

La vida de este hombre es muy complicada, no puede leer, ni escribir, ni trabajar. Si tiene que moverse, alguien debe guiarle.

En Betsaida, donde vive, le conocen desde pequeño.

A veces se han reído de él y se le han hablado brutalmente. Algunos hacen lo que pueden para ayudarle, pero nadie puede realmente cambiar su vida y restaurar su vista.

Ese día, Jesús y sus discípulos llegan a Betsaida. Cuando se entera la gente, por supuesto, piensa en él. Algunos amigos van a verlo.

– ¡Ven!, te vamos a llevar a Jesús. Dondequiera que va, sana a los enfermos, hace milagros extraordinarios, le vamos a pedir que te sane, ven vamos a acompañarte.

El ciego está de acuerdo, así que aquí están en camino. Ya se imaginan a Jesús poniendo sus manos sobre él y sanándole.

– Por favor Jesús, le dicen llegando, mira a este hombre, es ciego. Le trajimos  para que le impusiera las manos y le sanaras.

Jesús no lo hace. No contesta nada, pero toma al ciego de la mano y empieza a caminar con él. La gente sorprendida les ve alejarse. Algunos susurran quizás :

– Pero, ¿por qué Jesús no respondió a su oración? ¿Por qué no sanó a este hombre? ¡Habitualmente no lo hace así!

Recorren parte del camino juntos, Jesús guiando al ciego.

¿Hablaron durante este viaje? ¿Jesús tenía algo que decirle? ¿El ciego tenía alguna pregunta? ¿Necesitaba ver más claramente en su corazón, en sus pensamientos? ¿Se siente incómodo con los demás, quienes a menudo lo despreciaban?

La historia no nos cuenta, pero este hombre vivió un momento realmente especial.

Jesús dejó a todos para cuidarse únicamente de él, y es muy conmovedor.

No sabe adónde va, pero no importa, Jesús le toma de la mano.

Ahora que están fuera del pueblo, Jesús se detiene.

Se moja los dedos con su saliva y los pone sobre los ojos del ciego. Le impone las manos.

Luego le dice:

– ¿Ves algo?

El hombre mira atentamente.

– Sí, percibo a hombres, pero les veo como árboles andantes.

Jesús pone sus manos sobre sus ojos por segunda vez.

– ¿Y ahora ?

El hombre mira fijamente delante de él.

– ¡Sí ! se exclama, esta vez lo veo todo perfectamente!

Ve claramente todo lo que le rodea, las piedras del camino, los árboles, las flores, sus manos, su ropa, pero también los campos a lo lejos, los pájaros, los colores, el pueblo allá en el horizonte.

También descubre el rostro lleno de bondad de aquel que acaba de realizar este gran milagro para él.

 

Entiende que su vida cambió por completo, nunca volverá a ser la misma ; salió de la noche y ahora está en la luz. La luz a su alrededor pero también en su corazón. Él que acaba de abrirle los ojos, ¿no es el enviado de Dios?

 

1, 2, 3, 4 ¡Y TÚ Y YO! 

Quizás algún día tú también te sorprenderás y no entenderás lo que está haciendo Jesús, o que no hace como querías. Así que recuerda este relato, te animará a seguir confiando en Él. Tú y yo, no lo sabemos todo. No vemos más allá de nuestras narices. Pero Él lo sabe todo, nada se le oculta, puede guiarnos.

Te animo a tomar un momentito cada día para hablarle, para orarle, para agradecerle, pero también para escuchar lo que te dirá en tu corazón. Te iluminará.

Personalmente, me gustan esos momentos en los que estoy a solas con Él. ¿Y tú?

 

4, 3, 2, 1 ¡Y NOSOTROS LOS PADRES!

 

Como ese ciego, es posible que Jesús os haya sanado, no instantáneamente sino progresivamente. Las acciones de Dios son muy diversas, lo que nos recuerda su soberanía.

Ya sea instantáneamente o progresivamente, siempre es un gran apoyo para nosotros y para los que nos rodean cuando vemos el poder de Dios manifestándose en nuestros cuerpos.

Y qué gran milagro también cuando la luz del Evangelio viene a iluminar nuestros corazones ; es toda nuestra vida y la de nuestra familia que se ilumina.

Podemos animar a nuestros hijos a tener su momento personal de oración con Jesús, así aprenderán a conocerle.