Hoy vamos a hablar de la oración. ¿Alguna vez has visto gente rezando? Algunos a menudo oran, otros nunca.

Pero ¿qué es “orar”? Es hablar con Dios; un poco como llamar por teléfono a un amigo; no lo vemos, pero sabemos que puede oírnos.

Últimamente, un niño me dijo: “No sé cómo orar, no sé cómo hacerlo”. ¿Sabías que los discípulos se hicieron la misma pregunta? Y un día le dijeron a Jesús: “Enséñanos a orar”. Véamos cómo Jesús les respondió.

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Para los animadores

Texto completo de esta historia:​

“JESUS! ¡ENSÉÑANOS A ORAR!»

 

Imaginen a Pedro, Juan, Andrés, Felipe y a los otros discípulos que a menudo ven a Jesús orando.

Muy temprano en la mañana, va solo a un lugar tranquilo. Otras veces, es de noche cuando todo está tranquilo. A veces reza toda la noche. Es de creer que Jesús necesita orar tanto como los discípulos necesitan dormir o respirar. Sus oraciones también pueden ser muy simples y cortas.

Por supuesto, los discípulos también oran, pero entienden que les falta algo.

Un día, uno de ellos decide pedírselo a Jesús:

“Señor”, dijo, «enséñanos a orar”.

“Cuando ores”, les dijo Jesús, “no ores para que otros te vean y te digan: “¡Oh! ¡Qué bien rezas!

Pero entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a Dios que está allí. Te oirá y te contestará.

Cuando reces, no siempre repitas las mismas cosas, sin pensar en lo que estás diciendo. Antes de hablar con él, Dios ya sabe todo lo que necesitas, todo lo que es necesario para tu vida. Habla con él con tus palabras, palabras simples y verdaderas.

 

Los discípulos escuchan atentamente. Quieren recordar todas las palabras de Jesús.

Jesús prosigue diciendo:

– Así es como debes orar. Dile a Dios:

 

¡Padre nuestro, que está en el cielo!

Que tu nombre sea santificado.

Que tu voluntad se haga en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas como lo hacemos también,

Perdonemos a los que nos han ofendido.

No nos metas en tentación, sino líbranos del mal.

Porque es a ti que pertenecen en todos los siglos,

Reinado, poder y gloria. ¡Amén! 

 

 

Los discípulos están asombrados; ¡se enteran de que el Dios Todopoderoso, que está en los cielos, se le puede llamar Padre! Y Jesús les dice que Él quiere acogerles como a sus hijos.

Pero uno se dirige a Dios con mucho respeto, incluso mejor que hablar con nuestros padres.  Uno puede pedirle su ayuda para lograr obedecerle como los ángeles del cielo   le obedecen.

Jesús los alienta a preguntar lo que es necesario para sus vidas, trabajo, comida, ropa, para ellos y sus familias.

También recomienda que sinceramente pidan perdón a Dios por todo lo que han hecho mal. Sin mencionar que también deben perdonar a aquellos que les han hecho daño y que les piden perdón.

Los discípulos saben que el diablo existe y que siempre quiere hacer que los hombres duden del amor de Dios y que le desobedezcan, pero Jesús les dice que pidan a Dios que les proteja del diablo.

Y finalmente, Jesús les recuerda que Dios, nuestro Padre, es también el Rey Todopoderoso que gobierna todo el universo.

 

¡1, 2 3, 4 ¡Y TÚ Y YO!

 

Jesús animó a sus discípulos a orar, a hablar a Dios, a su Padre y les dio un modelo de oración, el Padre Nuestro. Este modelo es tan válido para ti como lo es para mí.

¿Siempre tenemos que repetirlo? No, no es necesario, pero, puedes aprenderlo de memoria, te ayudará cuando ores.

Si nunca has orado, te animo a empezar. Le dices a tu Padre que está en el cielo, con tus palabras, lo que está en tu corazón, en tu cabeza, sencillamente.

Y si ya oras, te animo a continuar porque tu Padre te escucha y en el momento adecuado te contestará dándote lo que sabe ser mejor para ti.

Encontrarás al Padre Nuestro al comienzo del capítulo 11 del Evangelio de Lucas.

En nuestros próximos programas, veremos lo que más enseñó Jesús a sus discípulos acerca de la oración.

 

4, 3, 2, 1 ¡Y NOSOTROS LOS PADRES!

 

¿Cómo podemos alentar a nuestros hijos a orar?

Al escalonar a lo largo de varios días, podemos repetir con ellos una a una las diferentes enseñanzas dadas por Jesús (orar en un lugar tranquilo, con sus propias palabras, con confianza, el Padre Nuestro también, por supuesto).

Al intercambiar con ellos de esta manera, les ayudamos a comprender y poner en práctica lo que el Señor nos ha enseñado acerca de la oración.

Nuestros hijos apreciarán estar acompañados y animados por sus padres. ¿Por qué no ayudarles también a aprender el Padre Nuestro de memoria?

Cuando nos ven y nos oyen orar, comprenden la importancia de hablar al Padre Celestial.