Un día, unas madres llevaron a sus hijos a Jesús para que los bendiga. ¿Sabes lo que pasó? ¡ Increíble ! Los discípulos empezaron a reprenderlos.
– ¡Vamos! ¡Váyanse ! ¡Desaparezcan, no molestamos a Jesús por unos niños! «
Afortunadamente, Jesús los vio. Los llamó. Los tomó en sus brazos y los bendijo. Pero estaba muy indignado con los discípulos.
– Qué estáis haciendo! Les dijo. ¡Dejad a los niños venir a mí! No se lo impidáis, porque de los tales es el reino de Dios.
¡Pues si! Jesús acoge a todos los niños. Pero los discípulos estaban lejos de preocuparse de ellos, porque los niños no eran su principal preocupación. Entonces les va a contar una historia, una historia de pastor. En el país había muchos rebaños en ese momento y todos conocían pastores. Así todos podían entenderlo. Es una historia muy sencilla pero que nos lleva a reflexionar pues, ya sabes, en Sus pequeñas historias, Sus parábolas, Jesús siempre escondió grandes verdades. Escuchemos atentamente para descubrir las verdades ocultas en esta parábola. Puedes leerla en el Evangelio de Mateo, capítulo 18, versículos 10 al 14
Este programa tiene su propio podcast en francés.
Catégories
- English (82)
- Español (82)
- Français (82)
- Livres (5)
- Podcast en Français (80)
- Tables des matières (3)
- Русский (1)
- اردو (1)
Texto completo de esta historia:
JESÚS ES EL BUEN PASTOR
En la primavera, cuando la hierba comienza a crecer y las flores florecen, el pastor va al monte con su rebaño. Los prados están exuberantes, salpicados de flores de colores vivos. El aire es puro. El agua de los arroyos es cristalina. Las ovejas y sus corderos se alegran de encontrar hierba fresca y tierna. Conocen bien a su pastor. Siempre está con ellas. Por la mañana, es él quien abre la puerta del redil y las conduce a los mejores pastos. Por la noche, cuando las llama, se reúnen a su alrededor. Inmediatamente reconocen su voz. Toma el camino del redil y lo siguen con la cabeza gacha, apretados unas contra otras. Todo el día está allí, junto a ellas, mientras pastan tranquilamente. Conoce el nombre de cada una. ¡Esta es Rizadita, es toda rizada! … Esta otra de patas negras, ¡ Sí !¡ claro ! es Pata-Negra ! ¡ Esta es Blanquita ! ¡Parece una gran bola de lana blanca! Y el pequeño que hace payasadas allí es Intrépido. ¡ Siempre hay que tenerle un ojo encima!
Una tarde, cuando el sol comienza a esconderse detrás de los picos, el pastor trae su rebaño y, como siempre, cuenta sus ovejas una a una. Cuando llega a los 90, siente una leve preocupación en su corazón … 96, 97, 98, 99 … ¡Pero, falta una! Cuenta de nuevo : 96, 97, 98, ¡ 99 !
– ¡Pero, me falta una! se dijo a sí mismo cada vez más preocupado. ¿Dónde puede estar? ¡Está perdida ! No puedo dejarla sola en la noche. Tengo absolutamente que encontrarla.
Deja las 99 al buen calor del redil y recoge su cayado y se va camino de la montaña. La noche ya es muy oscura. La llama …
– ¡Hoo! ¡Hoo!
¡Nada! Vuelve a llamar.
– ¡Hoo! ¡Hoo!
¡Nada! Sino la montaña que hizo eco de su voz: « ¡Hoo! ¡Hoo! »
Se da prisa y sigue llamando.
– ¿Dónde estás, dónde estás, ovejita? No tengas miedo. Soy yo, ¡ vengo a buscarte ! ¿Te has caído a un barranco? Estás herida? ¡ Responde me ! ¡ Soy yo, tu pastor !
La busca. Sigue buscándola, llamándola. Y Sigue llamándola incansablemente. Escucha, ¡pero ni el más mínimo balido!
A lo lejos, allá en el valle, oye ladrar a unos perros que parecen contestarse uno a otro y vuelve el pesado silencio de la noche.
– ¿Quizás está ahí, detrás de ese arbusto? ¿O ahí, en este agujero?
Sube, desciende, asciende, se desliza, se agarra a las ramas, se lastima con las piedras. Hace una pausa por un momento para recuperar el aliento. Escruta todo a su alrededor, pero hace muy oscuro, la luz de la luna está oscurecida por las nubes. Está atento al menor ruido pero aún nada; luego se va.
– Está perdida, se repitió a sí mismo, ¡debo encontrarla!
Lleva horas caminando. Se imagina perros que pueden haberla atacado o un lobo que la devoró. La montaña es peligrosa, los animales salvajes deambulan por la noche en busca de presas. De repente se detiene para escuchar mejor. Parece oír un ruido. Parece un débil balido allá a lo lejos.
– Sí ! Seguro que es ella. ¡Así es ! ¡Debe haber caído allí! «
Empieza a correr. Se acerca, la toma con cuidado en sus brazos, la acaricia. Está lleno de gozo.
– Por fin te encontré ! ¡Que feliz estoy! ¡Estaba perdida y la encontré!
Está temblando de frío pero también de miedo. El pastor la pone sobre sus hombros. La tranquiliza hablándole como si ella entendiera:
– Nos iremos a casa. Hallarás el calor del redil. ¡No tengas miedo, estoy aquí ahora! ¡Ya no estás sola!
Y así regresan. La oveja está segura, tranquila. Bala de alegría. ¡Parece que dice gracias! Está bien, allí, sobre los sólidos hombros de su pastor. ¡El regreso es alegre! En el redil, al oírlos llegar, las ovejas se despiertan. – Aquí están! Aquí están! ¡Es un concierto de balidos felices!
1, 2, 3, 4 ¡ Y TÚ Y YO !
Veamos qué nos enseña esta historia del pastor. En primer lugar, ¿las ovejas? ¿Qué representan? ¿De quién quiere hablar Jesús? Sí, está hablando de pequeños, de niños, de personas que tienen fe en El. Los compara con ovejas. Y el Pastor, ¿quién es? Sí, es Él, Jesús. El es el buen pastor. ¿Y quién es la oveja perdida? Lo adivinaste ahora, ella representa a todos aquellos que aún no están en Su rebaño, que están lejos de Él, descarriados, que no lo conocen o que no creen en Él. Son como esa oveja perdida, solos, sin protección, separados de Él. Entonces, ¿cuál es la gran verdad que Jesús escondió en esta pequeña historia? Lo adivinaste Quiere que la gente sepa que vino a la tierra para buscar y salvar a todos los hombres, pero también a todos los niños, incluso a los más jóvenes. ¡ Tú también !Para resumir esta historia, les propongo el versículo 10 del Evangelio de Lucas, capítulo 19 : “Jesús vino a buscar y salvar lo que se había perdido.”
Podemos aprenderlo de memoria si lo deseas.
4, 3, 2, 1 ¡ Y NOSOTROS LOS PADRES !
Esta parábola nos dice claramente que Dios no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños y Jesús afirma que tanto niños como adultos están perdidos pero que vino a salvarlos. Esta importantísima verdad, no queremos perderla de vista. Nuestros hijos necesitan el Buen Pastor para su salvación, por eso les damos a conocer esta buena noticia del amor de Dios y les animamos a venir a Jesús. Si aún no lo han hecho, bueno, sigamos orando por ellos para que lo hagan lo antes posible.