Últimamente han ocurrido cosas inquietantes en el colegio de Pablo y Lucia. Decidieron contárselo a sus padres.

– Papá está en casa, ¡qué bien! pensó Pablo, podemos decírselo, me gustaría saber qué piensa al respecto.

Pero antes de que tuvieran tiempo de abrir la boca…

– ¡Silencio niños! ¡Estoy al teléfono!

Un momento después, volvieron a la sala de estar.

– ¡Papá! ¡Papá, escucha! Tenemos que decirte…

– Más tarde, Lucia, estoy escuchando las noticias.

Más tarde…

– Bueno, ahora papá, puedes escucharnos. Tenemos algo que decirte.

– Reviso mis correos electrónicos, termino un archivo y luego soy todo vuestro.

 Finalmente, es hora de irse a la cama.

¡Buenas noches, niños! Sobre lo que querías decirme, lo veremos mañana.

¿Has experimentado este tipo de situación? Se siente uno triste, frustrado por no haber tenido ese momento de intercambio, de compartir y de escuchar. Parece que todo lo demás es más importante que nosotros, que no contamos o poco. Pero, ¿por qué te cuento esto hoy? Simplemente porque Jesús vivió una situación similar. Contaremos la historia y luego podrás responder a mis preguntas: – ¿Qué es lo más importante para Jesús? – ¿Qué es importante para nosotros?

Encontrarás esta historia al final del capítulo 10 del Evangelio de Lucas.

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Lee el texto de la historia

Para los animadores

Texto completo de esta historia:​

PARA JESÚS, ¿QUÉ ES LO MÁS IMPORTANTE?

 

Jesús está en camino con sus discípulos, Tomás, Santiago, Juan y los demás. Se detienen en un pueblo. Marta los invita.

– Venid, venid a nuestra casa, podréis descansar, les dice, os prepararemos algo de comer.

Jesús se sienta con sus discípulos y comienza a hablar. Responde a sus preguntas, los anima a creer en él, les explica la Palabra de Dios.

María, la hermana de Marta, se sienta a los pies de Jesús, sin decir una palabra, pero escuchando atentamente. Bebe sus palabras.

De vez en cuando, se oyen los ruidos de ollas, jarras, de ir y venir. Es Marta quien está trabajando; corre a buscar agua, enciende el fuego, prepara pasteles de frutos secos, pela las verduras, las corta, las cocina, pone el pescado en la parrilla. Está ocupada por todos lados. No se detiene, quiere recibir lo mejor posible a Jesús y a sus discípulos y aún queda mucho por hacer; se pone nerviosa porque tiene miedo de no poder hacerlo; el tiempo vuela y ella no quiere tener retraso.

Por supuesto, está su hermana, pero todavía está sentada allí y no se mueve. Marta le dirigió varias veces una mirada de fastidio, queriendo decir “Entonces, ¿vas a venir a ayudarme?”, pero María no vio nada, estaba totalmente cautivada, absorta en las palabras de Jesús.

Marta suspira larga y ruidosamente, pero nadie parece darse cuenta. Todos siguen escuchando a Jesús. Finalmente, no puede soportarlo más, explota.

– Señor, dice de repente, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado servir sola? Dile, pues, que me ayude

– Marta, Marta, Jesús le responde, estás preocupada y agitada por demasiadas cosas; hay tan pocas cosas que realmente se necesitan. En realidad, te diré, solo hay una cosa que es imprescindible, es la que ha elegido María, es la mejor parte y esa parte, ya ves, nadie se la va a poder quitar.

 

1, 2 3, 4 ¡Y TÚ Y YO!

¿No te gustaría saber qué pasó después de esa conversación? ¡Yo sí! ¿Fue María a ayudar a su hermana? ¿Marta se sentó a los pies de Jesús? ¿Tuvieron Jesús y los discípulos una buena comida? En fin, volvamos a nuestra historia. Marta y María conocían a Jesús y fue un honor y una gran alegría para ellas recibirlo en su casa con los discípulos. Querían complacerle, pero, como has oído, reaccionaron de una manera totalmente diferente. ¿Entiendes por qué? Jesús nos lo dice. Hicieron lo que pensaron que era más importante. Marta pensó que lo más importante era recibir a sus invitados lo mejor posible. Para María, lo más importante era aprovechar la presencia de Jesús, detenerse, sentarse a sus pies para escucharle. Quería llenar su corazón con las palabras de Jesús.

¿Marta hizo algo mal? ¡No, para nada! Pero ella erró el blanco. Jesús le explicó que no había hecho la mejor elección, que no había elegido la parte correcta. Estaba muy agitada, enojada, preocupada, y no aprovechó ese momento en particular en el que Jesús estaba allí, muy cerca de ella, en su casa. Se perdió lo esencial, pasó el día sin escuchar lo que Jesús quería decirle; esto era lo más importante. Y para ti ¿qué es lo más importante?

¿Tienes un momento de tranquilidad, donde te sientas, las pantallas se apagan, no más ruido a tu alrededor y especialmente en tu corazón, un momento en el que tus pensamientos no corren de derecha a izquierda, sino que te enfocas en la presencia de Jesús? Lees un pasaje del Evangelio, oras, cantas, le das gracias y le escuchas; Él puede hablarte a través de ese relato del Evangelio que has leído, pero también puede hablar en tu corazón, un pensamiento, una idea, una palabra que te hace sentir bien, te anima, te da una respuesta a tus preguntas. No te impedirá hacer tu trabajo escolar, ayudar a tus padres y divertirte, pero no olvides que hay un tiempo para todo. Este tiempo con el Señor, dice Jesús, es muy importante también para ti.

 

 4, 3, 2, 1 ¡Y NOSOTROS LOS PADRES!

– No es el momento de divertirse. Es hora de hacer los deberes, ir a la cama, apagar el teléfono, limpiar la habitación, ir a visitar a los abuelos, etc.

¡Ah! ¡No hemos terminado de repetir y repetir todas esas cosas una y otra vez!

De esa forma inculcamos en nuestros hijos valores, lo que consideramos importante para ellos, la salud, el trabajo, el equilibrio físico y mental. ¿Cuánta importancia le damos a su vida espiritual, a su tiempo personal con el Señor? ¿Qué hacemos para ayudarles a detenerse un momento a los pies del Señor, para meditar en su Palabra?

– ¡Un tiempo para todo! Eso es lo que el Señor también nos repite a los adultos. Pero en esta vida agitada donde tantas preocupaciones, inquietudes, múltiples actividades nos asaltan, donde todo se nos presenta como absolutamente necesario, ¿qué hacemos? ¿Tenemos la escala de valores adecuada? A través de su Palabra, Jesús nos ilumina sobre el verdadero valor de las cosas; para que podamos escoger lo bueno, tomar las decisiones correctas y encontrar la parte buena que nunca nos será quitada.