¿Distingues entre tontería, torpeza, tentación y pecado? ¿Te aclaras en todo eso? No siempre es muy fácil, así que te sugiero que escuches a Elías, quien ahora nos dará unos elementos de reflexión respondiendo a las preguntas de Mateo y Mia.
Este programa tiene su propio podcast en francés.
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Texto completo de esta historia:
– Elías: Hola Mia, Hola Mateo. Bienvenido al estudio. Todo está listo, Tony se encarga de la parte técnica, todo está bien, estamos contentos de verlo. Vamos a responder a las preguntas del día de inmediato.
– Mateo: ¿Cuál es la diferencia entre una tontería y un pecado? ¿Son iguales?
– Elías: ¿Tienes un ejemplo de tontería?
– Mateo: Sí. Un día estaba jugando al fútbol en el patio y di una patada muy fuerte, el balón fue a parar a los vecinos.
– Mia: ¿Rompiste algo?
– Mateo: No, pero la pelota golpeó muy fuerte el capó del coche nuevo del vecino.
– Mia: ¿Y qué?
– Mateo: Fui a verle y le expliqué lo que había pasado. Estaba muy enfadado y yo terriblemente molesto. Le pedí perdón.
– Elías: Sí, hiciste una tontería. No lo hiciste a propósito. No enviaste intencionalmente la pelota para dañar el coche. Cuando hacemos alguna tontería, nos disculpamos y, cuando sea posible, reparamos el daño. Una tontería es un poco como un error, un descuido, una torpeza. No lo hacemos a propósito. No queremos hacer daño.
– Mateo: ¿Entonces no es un pecado?
– Elías: No
– Mia: ¿Y cuando eres tentado, pecas?
– Elías: ¿Tienes un ejemplo?
– Mia: Sí. Una amiga me dijo que vea un sitio web que tiene muchas cosas raras y bastante asquerosas. Casi todos los de la clase lo miran. El otro día, que estaba sola en casa, quise mirarlo, estuve muy tentado.
– Mateo: Entonces, ¿qué hiciste?
– Mia: Dudé durante un tiempo y finalmente hice otra cosa para distraerme. Tenía muchas ganas de mirar para que los demás no se burlaran de mí, pero sabía que no debía hacerlo, son imágenes que se quedan en tu cabeza y después es difícil deshacerse de ellas, vuelven incluso por la noche.
– Elías: Tuviste la tentación, pero resististe.
– Mia: ¿Entonces no he pecado?
– Elías: ¡No! No has mirado, por lo que no has pecado.
– Mateo: ¿Entonces qué es el pecado?
– Elías: ¿Alguna vez has escuchado esa vocecita que te dice “está mal”? Es como una luz roja que se enciende y te dice que “para”, “no continúes”. Es nuestra conciencia. Nos advierte, pero somos libres de hacerle caso o no.
– Mia: ¿Es Dios quien nos habla?
– Elías: En efecto, es como si Dios nos estuviera advirtiendo de lo que está mal, lo que nos hará infelices a nosotros y a los demás. Si no escuchamos esa voz, pecamos porque nos negamos a obedecer a Dios, quien nos dice lo que es mejor para nosotros y para los demás.
– Mia: Si decimos cosas de una amiga que no son ciertas, por ejemplo, no estamos haciendo daño a Dios.
– Elías: Sí, hacemos daño a la amiga y pecamos contra Dios, decimos “¡no!” a lo que nos dice, nos ponemos por encima de él. Dios nos dice que no mintamos, que no difundamos el mal, sino que amemos, así que, si decidimos voluntariamente desobedecerle, nos rebelamos, es como darle la espalda. Dios conoce las consecuencias para nosotros y para los demás de nuestras malas acciones, de nuestras malas elecciones, de nuestras malas intenciones, y nos advierte que las evitemos.
– Mateo: ¿Si no obedecemos, se pone una distancia entre Dios y nosotros?
– Elías: Sí, igual que habrá una separación, un malestar entre Mia y su amiga. ¿Qué se necesita para que vuelvan a ser amigos?
– Mia: Que le pida perdón.
– Elías: Sí, le dices que has hecho mal y le pides perdón. Prometes no empezar de nuevo. También tendrías que decirles a los demás que eso no era cierto.
– Mateo: ¿Está Dios triste cuando pecamos?
– Elías: Sí, le entristecemos. Ya no tenemos un contacto real con él. Para restablecer este contacto, tienes que pedirle perdón y decidir hacer todo lo posible para no empezar de nuevo. Dime, cuando desobedeces a tus padres, ¿qué pasa?
– Mia: Me regañan y a veces me castigan.
– Elías: ¿Es justo o no?
– Mia: Sí, es justo, me lo merezco.
– Elías: Si alguien roba, tiene que devolver lo que ha robado. Eso es justicia. Pero, ¿cómo pagarle a Dios? No es posible. Por eso vino Jesús, fue castigado en nuestro lugar.
– Mia: ¿Por eso murió en la cruz?
– Elías: Sí, tomó nuestro castigo para que Dios pueda perdonarnos.
– Mateo: ¿Y si vuelvo a empezar?
– Elías: Hacer lo que agrada a Dios no siempre es fácil, pero Dios ve nuestro deseo de agradarle, de hacer lo que le agrada. Él nos ama, no nos rechazará, sino que, por el contrario, nos ayudará, nos acompañará. Seguimos aprendiendo, crecemos y Dios es paciente con nosotros, como un buen padre. ¿Hemos respondido vuestras preguntas?
– Mateo y Mia: Sí, gracias Elías, lo entendemos mejor.
– Elías: Gracias a los dos por venir y hasta pronto para un nuevo programa y nuevas preguntas.
1, 2, 3, 4 ¡Y TÚ Y YO!
Después de estos intercambios entre Elías, Mateo y Mia, te sugiero que te tomes un poco de tiempo para pensar con calma en todo esto y por qué no escuchar el programa por segunda vez. También tómate el tiempo para rezar, para hablar con Dios.
Pronto escucharemos la historia de un niño rebelde que voluntariamente decidió darle la espalda a su padre. Un día decidió volver, pero ¿su padre le acogerá? ¿Le perdonará? Esto es lo que veremos. Entonces te digo:
– ¡Nos vemos pronto en 1,2,3 ¡Cuéntame!
4, 3, 2, 1 ¡Y NOSOTROS LOS PADRES!
Más allá de las acciones y las palabras, se nos invita a considerar cuidadosamente nuestras intenciones, nuestros pensamientos secretos. No siempre es fácil resolver algunas cosas, pero los relatos de la Palabra de Dios nos ayudan porque muchas veces encontramos en ella situaciones similares a las que vivimos. Ayudemos a nuestros hijos a examinar su corazón, sin dramatizar ni ampliar faltas menores, tal vez imaginarias y animémosles a confiar en Jesús.