El otro día vi a dos niños hablando.

 – Qué lástima! dijo el primero, yo no lo sabía! ¿Por qué no me lo dijiste? Yo también hubiera venido, deberías haber venido a buscarme. ¿Por qué no me llevaste contigo? ¿Sí que hubieras podido llevarme a verlo?

– ¡Pero no lo pensé! dijo el otro, molesto.

– ¡Sí, pero aun así podrías haberlo pensado!

Estaba realmente muy enojado y muy triste. Cuando llegué a casa, pensé :

– Pero esos dos niños… me recuerdan una historia del evangelio y he vuelto a leer el final del capítulo 7 del evangelio de Marcos. Esta es la historia que hoy os vamos a contar. Pero primero, la pregunta del día: ¿Quién trajo un hombre lisiado a Jesús?

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Para los animadores

Texto completo de esta historia:​

 

ESTÁ SOLO ANTE JESÚS

 

¿Por qué todos estos niños corren para llegar primero? ¿Adónde van? ¿A una fiesta? ¿A una boda? ¡No! Han oído decir que Jesús viene. Quieren verlo, escucharlo y presenciar los milagros que hace. Quieren estar en primera fila. Jóvenes, padres, ancianos, todo el mundo va, nadie quiere perderse su venida. Aquellos que conocen enfermos y minusválidos los traen con ellos. ¡Qué triste ver reunirse a tanta gente que sufre!

Pero Jesús ha llegado; les habla del amor de Dios. No se oye ningún ruido, todos están escuchando. Cuando termina, Jesús pone sus manos sobre cada enfermo y los sana a todos. Qué alegría ! ¡Imagínate! Los cojos… tiran sus bastones y se enderezan, corren, saltan. Los ciegos van gritando de alegría mientras miran deslumbrados al cielo, los niños y la naturaleza. Los mudos, gritan:

– Gloria a Dios ! Gracias Señor Jesús, ahora puedo hablar, puedo cantar, puedo llorar.

Hay mucho ruido de alegría, es una gran fiesta; las vidas de todas estas personas se transforman por completo.

¿Y los que trajeron enfermos, minusválidos …? Te imaginas lo felices que son.

– Hicimos bien en traer a nuestro niño que no podía ver, ¡ha sido sanado! algunos dicen.

– Sí, y también trajimos a nuestra vecina, ya no podía caminar y ahora no deja de moverse, levantando los brazos al cielo, estoy muy feliz por ella, dicen los demás.

En cada ciudad, en cada pueblo por donde pasa Jesús, la vida de los niños como de los adultos es transformada. Después de un viaje al norte del país, Jesús regresa al lago de Galilea. En el camino, alguien le trae a un hombre; no parece enfermo, no tiene llagas, no tose, no cojea. No, pero es sordo. Cuando hablas con él, no oye nada, no entiende lo que quieres decirle. Cuando intenta hablar, son los demás los que no le comprenden. Todo es complicado para él, para su familia, para sus amigos. Nos regocijamos, reímos, cantamos, discutimos, lloramos y él no entiende lo que está pasando, no puede participar. Está separado de los demás, continuamente en silencio. Y se añade a su tristeza el hecho de que a veces se burlan de él. Pero ahora, ahí está ante Jesús.

– Señor, ¿puedes ponerle las manos encima? pregunta el que lo trajo, es sordo y habla tan difícilmente que no entendemos nada. Pon tus manos sobre él para que pueda oír.

Jesús se lleva al sordo con él y se aleja de la multitud para estar tranquilo.

Este sordo vive un momento especial, está solo con Jesús, el Hijo de Dios. El lo ve. Jesús está muy cerca de él. Imagina lo que puede estar pensando:

– ¡Jesús dejó a todos los demás para cuidar de mí!¿Qué soy yo para que se preocupe por mí?

Jesús no habla. No le dice nada, pero va a usar un lenguaje que este hombre puede entender. ¡Le pone los dedos en los oídos! Luego le pone un poco de saliva en el dedo y le toca la lengua. Los oídos, la lengua … ¿qué pensará este hombre?

Jesús luego mira hacia el cielo. ¿Quiere que comprenda que es a través de la intervención de Dios que lo va a sanar?

Luego suspira profundamente y dice:

– ¡Ábrete!

Inmediatamente, los oídos de este hombre se abrieron. Oye perfectamente bien. El canto de los pájaros, el viento en los árboles, el ruido de la multitud allí a lo lejos. Al mismo tiempo, su lengua se suelta. Habla. Habla como todos los demás, ¡habla perfectamente!

Imagina la alegría de este hombre. Está asombrado, su vida va a cambiar por completo, por fin puede oír, hablar, contar, charlar, conversar, entender, aprender, todo en un instante. ¡No es el único que se regocija! Todas las personas que se enteran de esto están asombradas.

– ¡Jesús hace todo maravillosamente! dicen. ¡Incluso hace oír a los sordos y hablar a los mudos! Gloria a Dios !

 Y el que lo llevó a Jesús … ¡qué felicidad para él!

 

1, 2, 3, 4 ¡Y TÚ Y YO!

Echemos un vistazo a la pregunta. Te pregunto quién trajo a este hombre sordo y mudo a Jesús. ¿Lo has encontrado? … ¡No! … ¡De verdad que no! ¡Pues bien ! ¡Yo tampoco! El relato del evangelio no nos dice quién es. ¿Un amigo, un vecino, un primo? No sabemos. Pero lo que entendemos es que acertó al hacerlo porque fue en parte gracias a él que el sordomudo se sanó. Lo llevó a Jesús y le pidió a Jesús que lo sanara. Y si no lo hubiera hecho, ¿qué habría pasado? Quizás nadie lo hubiera hecho y este hombre no hubiera sido sanado.

Nos anima a contarles a nuestros amigos, vecinos y personas que conocemos acerca de Jesús y a orar por ellos. También puedes informarles sobre nuestra emisión 1, 2, 3 ¡Cuéntame!. Entonces descubrirán quién es Jesús y qué puede hacer por ellos.

 

4, 3, 2, 1 ¡Y NOSOTROS LOS PADRES!

Los niños son sensibles al sufrimiento de los demás. A menudo se toman muy en serio las difíciles situaciones de sus compañeros y sus familias. Hablan de manera sencilla y directa acerca de Jesús, y su testimonio ha llevado a muchas personas a la fe. A veces incluso ellos son los que nos abren las puertas para compartir lo que Jesús ha hecho en nuestra vida.

¿Cómo apoyarlos, ayudarlos? Escuchándolos, aconsejándolos, dándoles herramientas sencillas y adecuadas, libretos, revistas, CD, dibujos, biblias infantiles, que pueden regalar a sus amigos y también orando con ellos.