En nuestro último programa vimos que el ángel Gabriel vino a decirle a María que Dios la había elegido para ser la madre de Jesús. Ese bebé no era un bebé cualquiera, sino el Salvador prometido desde hace mucho tiempo, el Hijo del más grande de todos los reyes, el Hijo de Dios. María vivía con José en el pueblo de Nazaret. Se estaba preparando para la llegada de su bebé, pues se acercaba el momento del parto.

Pero lo que ella no sabía es que, desde lo alto del cielo, Dios también estaba preparando la llegada de este bebé. Hoy veremos cómo Dios removerá todo para que el nacimiento se desarrolle tal y como lo había anunciado a través de los profetas.

Al final de la historia, podrás responder a esta pregunta: ¿Por qué quería Dios que las cosas fueran tan sencillas? Podrás volver a leerlo al comienzo del Evangelio de Lucas.

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Lee el texto de la historia

Para los animadores

Texto completo de esta historia:​

EL BEBÉ ESTÁ A PUNTO DE NACER, ¿ESTÁ TODO LISTO?

 

 

¡No, no todo está tal y como Dios lo planeó! Había anunciado a través de un profeta que el Salvador prometido iba a nacer en Belén, pero recordáis, María y José viven en Nazaret. Entonces, ¿cómo hará Dios para que se cumpla lo que ha planeado?

 

 

Pues, es en Roma, a cientos de kilómetros de Nazaret, donde Dios va a hacer que las cosas sucedan. El emperador decide hacer un censo porque quiere saber cuántas personas viven en su inmenso imperio.

Y así, un día, los soldados romanos llegan a Nazaret.

– ¡Aquí está el decreto del emperador! gritan, cada uno de ustedes debe ir y registrarse en la ciudad de donde proviene su familia. ¡Es el censo!

 

Ir a la ciudad natal de su familia… Esto significa para José y María que deben ir a Belén. Belén es el pueblo de sus padres. Solo ven esto como una orden del emperador, pero en realidad, entiendes que detrás de todo eso está el plan de Dios.

No tienen otra opción. Preparan sus cosas y emprenden este gran viaje a pie.

Cuando, por fin ven las primeras casas de Belén, ¡qué alivio! Ahora sólo tienen que encontrar un lugar para descansar. No saben lo que Dios ha planeado.

José llama a la puerta de la posada:

Estamos llenos, dice el posadero, ¡ya no hay un solo lugar con toda la gente que viene por el censo! ¡Es imposible acomodarles!

 

María está cansada y José está molesto. ¿Qué pueden hacer? ¿Dónde ir? No hay otro albergue, ningún hotel. Y el bebé puede nacer en cualquier momento.

Ahí está el establo, dice el posadero. Al menos estaréis a salvo ahí.

¡Un establo! ¿Será posible? Este bebé, el hijo de Dios que lo ha creado todo, al que todo pertenece, ¿va a nacer en un establo? ¿No hay un lugar mejor en la tierra para recibirle?

José acomoda a María lo mejor posible sobre paja fresca y en el pesebre extiende un poco de heno bien limpio y lo cubre con un paño: ésta será la cuna del bebé.

Y esa noche, en el establo, se oyen los primeros llantos de un recién nacido. Jesús ha nacido. Ha dejado la gloria del cielo y está aquí, en la tierra. Viene a vivir entre los hombres.

María envuelve a su bebé, lo amamanta, lo mece con ternura y lo acuesta en el pesebre bajo la mirada benévola y asombrada de José.

Todo acaba de suceder como Dios dijo, pero nadie se da cuenta.

Y en ningún lugar del mundo, ni en Roma, ni en Jerusalén, ni siquiera en Belén, se sabe que Jesús, el Salvador prometido, acaba de nacer.

En nuestras próximas historias, veremos cómo Dios mismo va a actuar para darlo a conocer. Tiene recursos extraordinarios que nadie puede imaginar. Así que ¡hasta pronto!

 

1, 2, 3, 4 ¡Y TÚ Y YO!

 

¿Has visto fotos o reportajes del nacimiento de un niño de la realeza?

Un bebé bellamente vestido, rodeado de los mejores cuidados, viviendo en la comodidad de un palacio, ¡donde todo es magnífico!

Y en nuestra historia… ¿te has dado cuenta?

Por un lado, hablamos del nacimiento del hijo de Dios, de Jesús, el rey de reyes. Y, por otro lado, descubrimos que su nacimiento no se produce en un palacio, ni siquiera en una posada, pero… ¡sí! ¡En un establo, está acostado sobre paja!

¡Sí!… Jesús nació en una familia muy corriente, y de la manera más sencilla posible, lejos de las riquezas.

¿Qué opinas de todo esto?

Sí, esta historia nos muestra lo sencillo que es todo con Dios.

Pero, ¿por qué quería Dios que todo fuera tan simple?

Pues, lo entendiste, si hubiera venido como un príncipe, nadie hubiera podido acercarse a Él.

Verás, a lo largo de nuestros programas, cómo vivió en la tierra con la mayor sencillez.

 

4, 3, 2, 1 ¡Y NOSOTROS LOS PADRES!

 

¿Se han fijado en las condiciones previstas por Dios para la venida de su Hijo?

La familia … el lugar de nacimiento … ¿No es sorprendente?

La elección de una familia y un lugar así arroja luz sobre la naturaleza misma de Dios: se revela como el Dios accesible a todos los hombres, a nosotros, a los niños, a nuestros hijos.

Con Dios, no hay barreras, ni protocolos, ni trucos, ¡todo es tan sencillo! Depende de cada uno de nosotros acercarnos a Él, y animar a nuestros hijos a que lo hagan.