El Padrenuestro es la oración que Jesús enseñó a sus discípulos. Entendían que la oración es importante, pero no sabían cómo rezar. Hoy hemos invitado a dos niños al estudio, los llamaremos Mía y Mateo. ¿Por qué han venido? Porque tienen cosas que contarnos sobre la oración y también tienen preguntas. Ciertamente, preguntas que tú también te haces. Así que escuchémoslos. Este intercambio entre Elías, Mateo y Mía nos aclarará.

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Para los animadores

Texto completo de esta historia:​

¿DÓNDE Y CÓMO REZAR?

– Elías: Bienvenidos a los dos. Estoy muy contento de teneros aquí hoy. Sé que tenéis algunas cosas interesantes que contarnos y también algunas preguntas, así que vamos. ¿Quieres empezara Mía?

– Mía: ¡Sí! Me gustaría saber por qué Jesús dijo en el “Padrenuestro” que uno debe entrar en su habitación para orar a Dios. También rezo en otros lugares.

– Elías: Bueno, Dios te ve y escucha tu oración ya sea que estés en tu habitación, en el autobús, a la orilla del agua o en otro lugar. El lugar no es lo más importante, sino lo que ocurre a tu alrededor, en tu cabeza y en tu corazón. Jesús nos dice que entremos en nuestra habitación y cerremos la puerta porque generalmente es un lugar tranquilo donde podemos estar solos, pero puede ser en otro lugar donde no te distraigas con lo que sucede a tu alrededor. Apagas el móvil, la tablet, estás a solas con Dios y puedes hablar con él sin nada que te moleste. Mateo, ¿has visto alguna vez a gente que cierra los ojos cuando reza?

– Mateo: sí, yo también lo hago.

– Elías: Cuando cerramos los ojos, podemos concentrarnos mejor, eso nos ayuda.

– Mateo: A veces oro cuando estoy en el colegio. No hablo en voz alta sino en mi corazón. No cierro los ojos así, si hay amigos alrededor, no se dan cuenta de que estoy rezando.

– Elías: Rezar en voz alta se siente bien, puedes escucharte a ti mismo hablando con Dios, pero a veces es verdad que lo haces en tu corazón, en tu cabeza, y Dios te escucha también.

– Mateo: Si mis amigos vieran que rezo, se reirían de mí. Hay muchos que no creen en Dios.

– Elías: La burla duele mucho. Todos lo sabemos. Jesús también experimentó burlas y mucha maldad. Él puede entendernos. Muchos niños no creen en Dios, quizás no lo conocen, no saben que existe, pero todos tienen derecho al respeto.

– Mía: Una vez les dije a mis amigas que estaba rezando y se rieron de mí, pero no importa. Una de ellas, tiene problemas, llora mucho, entonces viene a verme. Ambas nos dirigimos hacia un rincón y le pido a Dios que la ayude. Está contenta, no conoce mucho a Jesús, pero le digo que él quiere ayudarla, empieza a creer y, en casa, rezo por ella con mis padres.

– Mateo: Yo también, a veces rezamos con mis padres, pero no siempre tengo ganas, no siempre sé qué decir.

– Elías: Puedes decirle a Dios lo que va bien, lo que va mal, lo que te preocupa, lo que te duele, lo que te hace llorar o te da alegría, lo dices con tus palabras, puede ser que tu oración no sea larga pero lo que es importante es que lo digas con tus propias palabras.

Y la oración no es sólo pedir, es también agradecer a Dios por todo lo que hace, por la naturaleza, la salud, la familia, para decirle también que le amamos, que creemos en él, que queremos serle agradables, obedecerle.

– Mía: No siempre tengo buenas notas en la escuela, entonces le pido a Dios que me  ayude a entender y las cosas mejoran. También rezo por mi hermano mayor y a veces  

lloro mientras rezo, mi mamá también, mi papá ¡No lo sé!

– Mateo: ¿Hay que rezar todos los días? A veces me olvido de rezar por la noche antes de acostarme.

– Elías: Antes de acostarte, puedes dar gracias a Dios por el día. Puedes ver lo que ha ido bien y lo que no y contarlo. También puedes pedirle que vele por ti, por tus pensamientos y por tus sueños. Es bueno dormirse en paz, muchos niños tienen miedo por la noche. Por la mañana, puedes encomendarle todo el día, no sabes lo que va a pasar, lo que puede pasar, él lo sabe. En pocas palabras, puedes rezar cuando y donde quieras. Eres tú quien decide hablar con tu Padre que está en los cielos. No lo ves, pero sabes que está ahí, que te ama y que desea tu bien.

– Mía: Sí, eso creo. Tengo otra pregunta.

– Elías: ¡Adelante Mía!

– Mía: ¿Siempre responde, Dios?

– Elías: Sí, Dios responde, pero no siempre como pensamos y cuando queremos. Sabe lo que es lo mejor para nosotros; y a veces da mucho más de lo que le pedimos e incluso da cuando no se lo hemos pedido y otras veces parece no responder.

– Mateo: ¡ah! ¿Sí?

– Elías: Dios es el dueño de todas las cosas, nos ama y también quiere enseñarnos algunas cosas. Quiere que le conozcamos mejor y que nuestra confianza en él crezca. Entonces puede respondernos “Sí”, a veces “No” y otras veces “Espera”.

– Mateo: Entonces, ¿cómo lo hacemos?

– Elías: Pensamos: ¿lo que le pido a Dios es bueno para mí? ¿Es esto lo que quiere? Si lees el Evangelio y ves cómo Jesús respondió a las oraciones, eso te anima y te ayuda a entender mejor. También puedes hablar con tus padres o con alguien que pueda ayudarte y rezar contigo. Y quizá sea mucho más tarde cuando entiendas el plan de Dios para ti.

– Mía: ¡Muchas veces, me gustaría que me respondiera de inmediato!

– Elías: Sí, te entiendo bien, pero te lo repito, Dios sabe lo que hace y es lo mejor, aunque no entendamos. No olvides que es nuestro Padre que nos ama. Por hoy, esta es nuestra última palabra. Mía y Mateo, muchas gracias a los dos por participar en nuestro programa de hoy, nuestro intercambio ayudará a los niños que nos escuchan. Hasta pronto.

 

1, 2 3, 4 ¡Y TÚ Y YO!

Bravo y gracias a Mía, Mateo y Elías, seguro que todo lo que han dicho responde a muchas de nuestras preguntas y me anima a seguir rezando. ¿Y tú? ¿Tienes momentos en los que rezas a Jesús, ya sea solo o con tus padres o amigos? Si no lo has hecho nunca, te animo a que lo hagas, hoy, por ejemplo, cuando quieras, puedes hablar con Dios y si todavía tienes preguntas, seguro que tendrás la respuesta en nuestros próximos programas.

 

 4, 3, 2, 1 ¡Y NOSOTROS LOS PADRES!

Rezar con los niños … es un momento de compartir, de comunión. Los niños aprenden a respetar a Dios, su grandeza, su amor. Es un momento de calma donde nos sentamos pero que no siempre es fácil establecer porque nuestros hijos viven todo el día con agitación, movimiento, y les pedimos que se queden quietos. Entonces, ¿cómo hacerlo? ¿Cuál es la medida adecuada para mantener estos momentos? ¿Existe una fórmula única que se adapte a todas las familias? Cada uno de nosotros debe pensárselo. Los buenos hábitos se aprenden cuando uno es pequeño. Así que comencemos desde el nacimiento orando en voz alta con el bebé. Cuando empiece a hablar, animémosle a que repita nuestras palabras, a dar las gracias por la comida, la familia. Por la noche apaguemos todas las pantallas y aprovechemos la hora de dormir para escuchar a nuestros hijos, sus alegrías del día, sus preocupaciones, sus problemas y rezar con ellos y por ellos. Podemos enriquecer esos momentos sugiriéndoles temas de oración, pero también de agradecimiento. Cantemos juntos. Animémoslos también a tener sus momentos a solas con Dios.